domingo, 26 de octubre de 2008

Cuando subí al AITZKORRI


  • DURACIÓN: 5 horas 30 ida y vuelta
  • TIEMPO: mucho viento en la cumbre, se me volaban las orejas
  • MEDIO: al principio va por un hayedo, pero la parte del final es con piedras lo que resulta un poco incómodo para mis almohadillas.
  • DUREZA: Asumible
  • CUMBRE: Accesible aunque no hay mucho hueco para la dueña y el perro, yo no subí, me quedé atada en una pequeña barandilla de un mirador que había unos metros antes de la cumbre por si acaso
  • CAZA: Pude oler alguna que otra cabra pero no las llegué a ver. Había vacas en el parking
  • PUNTOS DE AGUA: Yo no ví ninguno.
LA RUTA:

Punto de partida: La ruta sale desde Zumarraundi en el pueblo alavés de Zalduondo al que se llega desde Araia. Al llegar a la iglesia hay que meterse por detras y seguir un carreterín hasta que veamos una señal en la que pone Zumarraundi, en la explanada dejamos el coche.
Descripción: Empezamos a andar por un sendero que salía de al final del parking dirección San Adrián/Aratz. El principio era cuesta arriba por un hayedo y tuve que tirar mucho de Elena que parece que todavía no había cogido ritmo. Me iba de un lado para otro porque eso era muy amplio y además estaba lleno de agujeros tremendos que me llamaban la atención.

Llegamos a un punto en el que indicaba que el Aitzkorri era para la derecha y por ahí seguimos por otro hayedo, me volvía loca buscando rastros de animales, me lo pasé pipa repanchingándome en el suelo.


Dejamos el hayedo par comenzar la última subida. Subí por un sitio que le llamaban el calvario, y tanto, porque con tanta piedra me estaba dejando las almohadillas. Aquí empecé a oler alguna que otra cabra pero no las encontré.

Al fin llegamos a un refugio junto a un mirador. Aunque hacía bastante sol, hacía un viento horrible, se me volaban las orejas, así que como soy muy torpe y por si acaso Elena me dejó atada a la barndilla del mirador. Mientras ellas continuaban hasta la cruz que estaba a unos 200 metros, yo me entretuve etiendo la cabeza entre los barrotes de la barandilla para oler mejor, cosa que no le gustó mucho a Elena que cuando bajó enseguida me echó la bronca.

Como fuera no había manera de comer a gusto con el viento, nos metimos una rato en el refugio para comer algo de pienso (y de miguitas de pan que había por allí), y estuve un ratico suelta descansando ahí dentro.

Después de coger fuerzas comenzamos la bajada con cuidado y despacito, más que nada porque Elena no me dejaba adelantarle para no tirarle cuesta abajo.

Me lo pasé genial